Bicentenarios

 

Anastasio de Ochoa y Acuña (1783-1833)

El poeta mexicano y sacerdote católico Anastasio María de Ochoa y Acuña nació en Huichapan el domingo 27 de abril de 1783 –hijo de Ignacio Alejandro de Ochoa y de Ursula Sotero de Acuña, ambos españoles de nacimiento– y falleció en la ciudad de México, del cólera, el 4 de septiembre de 1833. Estudió en el Colegio de San Ildefonso, y por los años de 1810 o 1811 fue admitido en la Arcadia Mexicana, escribiendo en ese diario algunas anacreónticas y odas amorosas, y traducciones del latín, del francés y del italiano. En 1813 decidió recibir las órdenes sagradas, estudiando en el Seminario Conciliar de México, donde se ordenó como presbítero en diciembre de 1816, cumplidos ya los 34 años de edad. De 1817 a 1827 fue cura en Querétaro. Su obra poética, en dos volúmenes, se publicó en Nueva York en 1828, bajo el título Poesías de un mexicano.

Anastasio de Ochoa y Acuña

Poesías de un mexicano

Tomo I. En Casa de Lanuza, Mendia y Cª, Nueva York 1828,
páginas 96, 98, 99, 102, 103, 112, 113, 123-128, 137-142.

 
IX
 
En la libertad de la Patria

Ya de su libertad el claro día
El venturoso Anáhuac en su suelo
Miró rayar, y ya con libre anhelo
Publica por doquiera su alegría:

Roto vió ya de fiera tiranía
El ominoso yugo, y su desvelo
Es difundir el júbilo y consuelo
Que merecido su constancia había.

Y pues celebra en fin alegre bando
El momento anhelado en que derriba
Del solio anahuacense al vil Fernando,

Todos clamemos ya con voz festiva
Nuestra dicha y venturas aclamando
¡VIVA LA LIBERTAD! ¡LA NACIÓN VIVA!

 
XI
 
Grito de libertad

El Despotismo, monstruo furibundo,
Sentado torpemente en este suelo,
Tocaba con la frente el hondo cielo,
Y hollaba con el pié nuestro ancho mundo.

El héroe de dolores, sin segundo,
Mirólo y ¡LIBERTAD! gritó en su anhelo;
Tembló el coloso con mortal recelo
Y derrocado al fin cayó al profundo.

¡O afortunada! ¡o libre patria mía!
¡O América feliz! ¡Gozo infinito
A tus hijos inunde en este día!

Difúndase el placer en tu distrito,
Y alegres todos clamen a porfía,
¡O de Dolores venturoso grito!

 
XII
 
En las honras de los patriotas

Yacieras ¡ay! en dura servidumbre
Esclavo miserable de un tirano,
¡O venturoso pueblo mexicano,
Que ya de libertad pisas la cumbre!

¿Y a quién debes, tronchar la pesadumbre
De las cadenas que arrastró tu mano?
¿A quién? De tanto Marte americano
A la inmortal y heróica muchedumbre.

Los Hidalgos, Allendes y Abasolos,
Los Aldamas, Morelos... ¡Oh, qué gloria!
Por tí muriéron, ni muriéron solos;

Que ya otros mil con fama alta y notoria
Hinchen del orbe los distantes polos,
Y hoy reclaman finados tu memoria.

 
XV
 
Aniversario del grito de libertad

Todo es ventura ya, todo alegría
Desde que en nuestro mundo americano
Gritara el primer héroe mexicano
«No más esclavitud ¡o patria mía!»

Derrocóse la ibera tiranía
De LIBERTAD al grito soberano,
Y cayó la cadena que el indiano
Sesenta lustros arrastrado había.

¡Oh! ¡Viva siglos mil en nuestros pechos,
De gratitud enchidos, la memoria
Del ilustre adalid y de sus hechos!

Y al recordar los rasgos de su historia
¡Viva HIDALGO, clamemos satisfechos,
Que dar supo a su suelo tanta gloria!

 
XVI
 
En el funeral de los mártires de la Patria

Cuando la patria en mísero quebranto
Su esclavitud lloraba sin sosiego,
Acudiéron, ardiendo en patrio fuego
Mil y mil héroes a enjugar su llanto.

De libertad el árbol sacrosanto
Plantáron firmes y le dieron luego
El más costoso, pero fértil riego
Con la sangre vertida de héroe tanto.

Creció la planta, y ya robustecida,
Extendiendo sus ramas inmortales,
A la felicidad, grata corivida.

Y a quien debemos sacrificios tales,
Que en su heróico morir nos diéron vida,
¿No honraremos con tiernos funerales?

 
XXV
 
Aniversario del grito de Dolores

Cual suele el humo, que el volcán vomita
Al cielo alzarse en anchos borbotones,
Y oscurecer revuelto las mansiones
Que el águila caudal rasgando habita;

Mas si despues Eolo el soplo agita
De los vientos, rompiendo sus prisiones
Deja del éter limpias las regiones,
Y deshecho se pierde y precipita.

Así se alzara el despotismo fiero
Del vasto Septentrión en el distrito,
Que vomitara el solio del ibero;

Mas ya precipitado huyó al cocito,
Desde que allá en Dolores lisonjero
Tronó de LIBERTAD el fuerte grito.

 
XXVI
 
En las honras de las víctimas de la Patria

De libertad ese árbol sacrosanto,
Cuyo ramage umbrígero se tiende
Por todo el ancho Anahuac, y defiende
El patrio suelo con su verde manto,
Ha crecido, del orbe con espanto,

Merced al riego que en su planta extiende
La sangre de un Hidalgo de un Allende,
De un Abasolo, y mil que aquí no canto.

Sí, mexicanos: si en sabrosa calma
Disfrutamos de ese árbol los verdores
De esos héroes se debe a la grande alma.

Rindamos, pues, en lúgubres clamores
Hoy con la patria, que sus manes calma,
A sus cenizas fúnebres honores.

 
Oda III
 
En el grito de libertad

Ya la noche serena
Su carro silencioso
Del cielo a la mitad alzado había,
Y de pesar ajena,
Adormecida en plácido reposo,
Naturaleza por do quier yacía;
Solo yo no dormía,
Solo yo, que de penas guerreado
En soledad velaba,
Y triste repasaba
Los males que a mi patria han devorado
Desde que hundida en servidumbre y penas
Arrastra del ibero las cadenas

Mientras que sumergido,
Mil ayes despidiendo,
Estaba en mi dolor, la noche oscura
Su curso no sentido
Lentamente seguía, y no pudiendo
Resistir al pesar que el alma apura,
Ríndeme el amargura,
Y quedo aletargado y sin aliento.
Entonces de repente
En luz resplandeciente
La estancia toda iluminada siento,
Cual en florido abril suele a deshora
Quedar el prado al asomar la Aurora.

Los atónitos ojos
Alzo, y absorto veo
Una beldad que por deidad tuviera,
Si en los tristes despojos
Del fausto antiguo, e imperial arreo
A mi patria infeliz no conociera;
Mas ¡ay! cuan otra era
De aquella que en un tiempo ser solía,
Cuando de la apartada
Europa barruntada
Apenas fuera, y sola se regia
Rica, grande, feliz, y sin el yugo
Que al bárbaro español ponerla plugo!

Ahora, perseguida
Por la pesada mano
De fieros y despóticos caudillos,
No ya la sien ceñida
Del brillante diadema soberano,
Ni de coral al cuello rojos brillos
Lleva, sino de grillos
Profundas huellas que su planta afean:
Descompuesto el plumaje
Y sin aliño el traje.
Sus naturales gracias no hermosean,
Ni cual conviene a su imperial decoro
Lleva calzado el pié de grana y oro

Desgarrado traía
El finísimo manto,
Y de gravoso hierros abrumada
La mísera venia.
Tal a mis que anublaba el llanto
La América, otro tiempo afortunada
Se ofreció, no esperada.
¿Mas cuál ¡o cielos! fue mi asombro, cuando,
Creyendo hallar enojos,
En sus divinos ojos
Vi el júbilo brillar? Ella observando
Mi turbación, mirome placentera,
Y el labio desplegó de esta manera:

«Deja tu llanto, dijo,
Y lejos de tí lanza
El amargo pesar; solo alegría
Y gozo y regocijo
Tu corazon inunden: la esperanza
Tornó a nacer en mi que ya perdía.
¡O venturoso día!
¡O HIDALGO generoso! ¡o hijo mio!
¡Mi gloria y mi recreo!
Ya mi ignominia veo
Trocada en gloria por tu ardor y brío.
Tú al ver cual en dolor mis hijos gimen,
Vas a tronchar los hierros que me oprimen.»

«El placer que me anima
No es un placer soñado.
¡O LIBERTAD! ¡o gozo en que me inundo
El tiempo se aproxima,
De mi tan vivamente deseado,
En que torne a ser libre el nuevo mundo.
Cual Febo rubicundo
Que en las ondas bañado, de las nieblas
Rasgando el pardo velo
Alza su faz al cielo
Y deshace las lobregas tinieblas;
En mi horizonte así la hermosa llama
Brilla de LIBERTAD que HIDALGO aclama.»

«¡Oh! ¡Cuán preciosos dones
Derramará ella ahora
De mi anchuroso suelo en la distancia!
De mis vastas mansiones
El comercio y la industria afanadora
El ocio lanzarán y la ignorancia.
La común abundancia
Dulce fruto será de su influencia
Y mi clima dichoso
Florecerá abundoso,
Virtud brotando, actividad y ciencia,
Y entónces finarán las ansias mías...
¡Acelerad, o cielos, tales días!»

Dijo, y al aire puro
Se alzó la ninfa hermosa
Dejando en mi alma júbilo infinito.
Yo al instante procuro
Nueva comunicar tan venturosa;
Mas de México todo en el distrito
El generoso grito
Iba ya del sacro héroe resonando;
Y mas y mas creciendo,
Do quiera repitiendo
Iba el eco el clamor de heróico bando,
Que ardoroso clamaba en voz festiva
¡Viva la LIBERTAD! ¡la patria viva!

 
Oda VIII
 
En el grito de independencia

Suele en callada noche hacia el oriente
De el horizonte alzarse parda nube,
Que se condena más cuanto más sube,
Inclinando su giro al occidente:
Luego insensiblemente
Su enorme masa por el ancha esfera
Va derramando negra y pavorosa,
Y crece y se difunde de manera,
Que sombras esparciendo tenebrosa
El éter hinche, y presagiando enojos
Esconde el alto cielo de los ojos,
Hasta que arroja del preñado seno
Un rayo y otro con horrible trueno.

En tanto el pastorcillo que reposa
En humilde cabana descuidado,
Atónito despierta, y azorado
La tempestad contempla estrepitosa:
Moverse a penas osa
De su lecho, temiendo a cada instante
Con su rebaño ser víctima triste
Del hórrido huracán, que fulminante
Su frágil choza y su ganado embiste,
Haciéndolo temblar el soplo fuerte
Del viento silvador, que con la muerte
Lo amenaza, lo asusta, lo comprime,
Mientras él en silencio tiembla y gime.

Así en el vasto americano suelo
De ibera encarnizada tiranía
Una lejana nube se veía
Preñada de opresión y desconsuelo,
Cuyo incesante anhelo
Decretos cual el rayo despidiera,
Conspirando tenaz y sin sosiego
A sofocar y aun extinguir do quiera
De santa libertad el sacro fuego
Que casi se apagaba, y solamente
Ardía, aunque acosado, más vehemente
De Victoria y Guerrero, altos varones
En los nunca domados corazones.

La astuta maña del visir hispano,
Redoblando cuidados y fatigas,
Con oro, con indultos, con intrigas
Ya de acallar, sino extinguir, ufano
Estaba el soberano
Ardor de libertad. ¿Y qué podían
Del Sur los héroes, solos, perseguidos,
Cuando en la huesa exánimes yacían
Mil compañeros de armas, o sumidos
En dura cárcel; y en estéril duelo
Otros valientes hijos de este suelo,
Su esclavitud llorando en sus retiros,
Enviaban al cielo hondos suspiros?

¿Y será que en mi patria generosa,
Do mora tanto Marte, no haya alguno
Que con grito valiente y oportuno
Oponga un fuerte dique a la ominosa
Desdicha que la acosa?
¡Ah, no! jamas será miéntras reside
En el dichoso suelo mexicano
Un hijo de Belona, un Iturbide,
A quien en su clemencia el soberano
Cielo dió su poder para que un día
Libertad respirando y valentía
De la patria al clamor se alze y con brío
Arranque a su cerviz el yugo impío.

Entonces ¡O qué gloria! independiente
El Anahuac, tronchada la cadena
A que el usurpador hoy le condena,
Alzará al cielo la humillada frente;
Y alegre y reverente
A su libertador, a su hijo tierno,
Su valor aclamando y claro nombre,
Tributará sin fin honor eterno,
Y hará que el orbe atónito se asombre,
Viendo que libre al fin por su constancia
Brota feraz su suelo la abundancia,
Los bienes, las virtudes, las riquezas,
La ciencias, las venturas, las grandezas.

¡O momento feliz! ¡dulce momento,
Apresúrate y ven! ¡y al nuevo mundo,
Que te suspira en anhelar profundo,
Da de su libertad el complemento!
Acabe su tormento,
Acabe su gemir, cesen sus penas;
Y arrojadas por siempre al hondo abismo
Caigan despedazadas sus cadenas,
Y húndase en él el fiero despotismo,
Y libres de despóticos tiranos
Prueben al fin los tristes mexicanos,
Fijándose en su suelo la ventura,
De libertad la celestial dulzura.

El momento se acerca. ¡Cuanta gloria!
Vas a alcanzar, o Marte americano;
La ventura esta vez del orbe indiano
No será ya, cual ántes ilusoria.
Contigo la Victoria
En tu bélico carro irá sentada,
Tu sien de mil laureles coronando;
Y dirigiendo tu invencible espada
Te hará triunfar del enemigo bando,
Hasta que el esplendor de sus acciones
Llevándose tras sí los corazones
Con el hechizo de tan dulces modos
Los una, y libertad alcance a todos.

Prosigue pues, caudillo incomparable,
Y desde Iguala marcha y apresura
Del fatigado Anahuac la ventura
Arrancándola al yugo detestable.
Que en tanto, jefe amable,
Que la grandiosa empresa finalizas,
Admirado de todas las naciones,
Y adorado del suelo que eternizas,
La patria en sus más tiernas efusiones,
Mientras festiva su placer exhala,
El Héroe proclamándote de Iguala,
Dirá bañada en dulce complacencia:
«¡Viva, viva sin fin la INDEPENDENCIA!»

 

 
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